Mientras en Lima se discutía sobre la necesidad de una política integral contra las drogas, y particularmente el papel y peso de la erradicación de los cultivos ilegales de coca dentro de dicha estrategia, el narcotráfico continuaba su avance en el nuevo mapa de la coca en el país. Eso es lo que está ocurriendo en San Gabán, uno de los valles de la región Puno frontera con Madre de Dios, donde los cultivos de coca han ingresado a un acelerado crecimiento. Una visita a esta zona, puso al descubierto este proceso.
Este acelerado crecimiento se produce en una etapa post erradicación. Efectivamente, los cultivos de coca empezaron a crecer después del primer trimestre del año 2005, luego de que el CORAH erradicara unas 1,500 has de coca. Según ONUDD, San Gabán llego a tener unas 2700 hectáreas el año 2004, convirtiéndose así en la principal zona de producción de coca ilegal para el narcotráfico de la región de Puno.
Tras la erradicación empezó la resiembra. Al inicio, esta fue lenta y gradual pero sostenida en las comunidades donde se erradicó. Entre el año 2008 e inicios de 2010, la resiembra fue incrementándose en más comunidades pero en aéreas alejadas de la carretera interoceánica en construcción. La ausencia de programas de desarrollo alternativo, favoreció ese proceso. Eso fue un grave error. La erradicación tampoco volvió a la zona. ¿Cuál es la situación actual? Un recorrido por el valle nos da luces de lo que está pasando en el paisaje de este valle.
Loromayo. “los ayacuchanos siembran mucha coca”
El crecimiento de la coca se percibe desde la comunidad de Loromayo, pueblo ubicado a 10 minutos de la ciudad de Mazuko, capital del distrito de Inambari, hasta la ciudad de San Gabán. Los plásticos negros con hojas de coca secando al sol, son las primeras imágenes que se obtiene al ingresar a este pequeño pueblo. Los fardos de coca en las puertas de las viviendas, están a la vista de todos. Estas imágenes, junto al dominante olor a coca, son el signo inequívoco que la coca es el producto más importante de la zona.
Por otro lado, a diferencia de hace más de un año, que los cocales estaban fundamentalmente en el monte, es decir a varias horas del pueblo y sin poder ser observados a simple vista, ahora se puede ver —en las partes altas del monte— las chacras de coca desde la nueva carretera interoceánica. Una señora de la zona que está viajando a otra comunidad cercana, lo confirma: “los ayacuchanos son los que siembran mucha coca”. Según esta versión, los impulsores del crecimiento de la coca serían un importante número de familias ayacuchanas que llegaron a esta comunidad el año 2007.
El crecimiento de los cultivos de coca en Loromayo no ha pasado desapercibido en la zona. Es vox populi. Un poblador de una comunidad cercana afirma: “allá (en Loromayo) cada familia ayacuchana siembra cada una 10 hectáreas. Ellos son los que más siembran coca y allí mismo la procesan (lo convierten en PBC). Sin duda alguna, es altamente probable que las familias ayacuchanas sean las que más siembran coca, pues son familias que han migrado del Valle del rio Apurímac y Ene. Pero eso excluye a las demás familias, procedentes de Puno y otras regiones. Todas las familias de esa comunidad siembran coca. Los demás productos, frejol de palo, yuca, plátanos, etc., son para autoconsumo.
Lechemayo: “en monte hay cantidad de coca”
En la comunidad de Lechemayo, comunidad ubicada a una hora de Loromayo y sede del centro poblado del mismo nombre, los cultivos de coca también están incrementándose mucho más. Allí, los cultivos de coca no están en las partes altas del monte –como en Loromayo- sino cerca, a pocos metros de la carretera. Se trata de varias chacras contiguas entre sí a vista de cualquier viajero. “Esas chacras son de varias familias de Andahuaylas (Apurímac) que han llegado a esta comunidad hace algún tiempo atrás” señaló un poblador.
El mismo poblador, que llegó a esta comunidad el año 2003, antes de la erradicación de inicios del 2005, contó que “este año la mayoría se ha dedicado a sembrar coca”. “Si ingresas al monte, a unas 3 a 4 horas de camino de Lechemayo, hay cantidad de coca. Todo el monte está lleno de coca”, señaló el poblador. Asimismo, refirió que “mucha gente está llegando de muchos lugares alejados a esta comunidad. Ellos llegan, compran terrenos en el monte y ‘rocean’ (talan árboles y arbustos) y abren chacras donde siembran coca.”
En efecto, a las comunidades de San Gabán están llegando muchos migrantes que llegan a sembrar coca. Una conversación circunstancial, en el colegio de esta comunidad, con un joven de unos 27 años que recién había llegado a Lechemayo de Sandia que estaba buscando terrenos para —sin ningún rubor— sembrar coca, me señaló: “Tengo un contacto en la comunidad que me llevará al monte para adquirir un terreno”. En suma, mucha gente está llegando con ese propósito.
Los cultivos de coca en esta zona, según las fuentes consultadas, empezaron a crecer con mayor fuerza desde fines del año pasado y, sobre todo, este año. “Ahora todos solo siembran coca. Antes siquiera sembraban piña; ahora ya no. No es negocio. Otros, incluido los cocaleros, se dedican al oro. Muchas “empresas” mineras nuevas están operando en la ruta hacia San Gabán, específicamente en las riberas del río Inambari. Eventualmente, cualquier poblador, sea niño, joven o adulto, se dedica a “chichiquiar” oro en el río”.
Algo más. La presencia del narcotráfico en esta comunidad ya produjo violencia. El mes de febrero del año pasado, según un miembro de esta comunidad consultado, una familia conformada por cuatro miembros fueron desaparecidos de la zona por encargo de un acopiador de coca del narcotráfico. En realidad se habría tratado de un “ajuste de cuentas” en manos de sicarios. El acopiador, según refiere la fuente, sería un huanuqueño que tenía a su servicio a un grupo de jóvenes que usaban armas largas como AKM y FAL. La familia “desaparecida” hasta la fecha no aparece.
El crimen de esta familia está impune. Las denuncias de los familiares y dirigentes de Lechemayo cayeron en saco roto. Nadie investigó a fondo para dar con los responsables de la muerte de dicha familia. Y el responsable, según refieren internamente, se trasladó a otro lugar de la zona. Es decir, que seguiría operando en algún lugar del monte. El probable “ajuste de cuentas”, el mes de junio pasado, de un joven entre el puente Inambari y Lechemayo, a quien no le robaron su moto, sería el reinicio de violencia. “Esta zona no es tranquila como parece. Es una zona roja”, alude un poblador que resume la situación.
El panorama en la comunidad “Carmen”, ubicada en la ruta a San Gabán, es similar a las demás comunidades: se puede ver amplias chacras de coca al borde de la carretera y del río Inambari, cosa que no se veía desde el 2005. La dueña de una tienda grande que vende diversos productos pero sobre todo zapatillas, zapatos, ropa, etc., describió la situación de la zona: “aquí la gente no produce nada; solo produce coca o sacan oro del río. Una vendedora reforzó eso: “aquí hay plata de la coca y del oro”. La anciana mostró 150 soles por un gramo de oro que había vendido. En la comunidad de Cuesta Blanca ocurre lo mismo. Allí, junto a las mineras informales, las chacras de coca adornan partes de las riberas del río Inambari.
En la comunidad de Challhuamayo, otro centro poblado del valle, la situación tiene una dimensión mayor que las demás. En ella los cultivos de coca son visibles a cualquier transeúnte. En las partes altas de la montaña, poco antes de llegar a esta comunidad, se podía observar unas tres hectáreas de coca. Un chofer que hacia ruta por la zona dijo: “aquí siembran coca como si nada. Aquí la coca arde”. Eso era real: tres hectáreas estaban a vista y paciencia de todo aquel que pasara por allí.
En el centro Puerto Manoas, más conocido con el nombre de Oroya, el crecimiento de coca también ha sido notable. Este centro poblado es quizá la zona de mayor producción de coca en todo San Gabán. Hay chacras de coca entre la carretera interoceánica y el río Inambari y de la población. Un botero del puerto fue contundente: “acá todo es coca. También hay piña y cítricos (naranja, limón y mandarina), pero es poco. Lo que más hay es coca”.
La causa de este auge. El precio de la coca
Hay, pues, un nuevo auge de crecimiento de los cultivos de coca ¿Cómo se explica el nuevo auge de la coca en San Gabán? Varias personas de distintas comunidades dieron la repuesta: desde el mes de julio hasta la segunda semana de setiembre, la arroba de coca llegó a costar, más o menos, 450 soles. Incluso, varias personas de las comunidades visitadas, dijeron que la arroba había llegado a costar 500 soles. El precio descendió, a mediados del mes de setiembre, a 350 soles la arroba. Aun así es un altísimo precio. El más alto del país.
Corolario, lo real es que —con ese precio alto de la coca— el narcotráfico está alentando la siembra de más coca en San Gabán. Eso es lo que impulsa a la gente de la zona y, también, foránea que está sembrando aceleradamente los cultivos de coca. Si consideramos las cuatro cosechas anuales podemos tener una comprensión más cabal de porqué los productores de la zona se han dedicado a sembrar coca. Según fuentes consultadas en la zona, la coca ha crecido mucho desde el año pasado (más en el segundo semestre) y todo este año.
Así, de haber cambios rápidos, San Gabán, marcha a un nuevo esplendor de la coca para el narcotráfico. Seguramente, creen que difícilmente volverá a ingresar la erradicación a esta zona. Evidentemente que la ausencia de control estatal así como la cercanía al Brasil y Bolivia, son factores que favorecen este reimpulso del narcotráfico a promover los cultivos de coca en esta zona. Eso está ocurriendo mientras, simultáneamente, se consolida como ruta de la droga que viene del Valle del Río Apurímac y Ene (VRAE) rumbo a Brasil o Bolivia, la misma que se ha visto favorecida con la construcción de la carretera interoceánica.
Evitemos que la situación se complique aún más.