El reciente acuerdo gasífero entre Rusia y China es el paso más importante que han dado estas dos grandes potencias en su política de acercamiento mutuo en el contexto de la búsqueda de un nuevo orden internacional.
Desde 1991, Rusia y China han suscrito más de cincuenta acuerdos bilaterales que cimentan su relación, pero el megacontrato de suministro de gas natural de Gazprom a CNPC por 30 años constituye el más significativo avance en la construcción de una interdependencia estratégica.
Este instrumento, suscrito tras 10 años de negociaciones (y probablemente a un precio muy conveniente para China), es de gran importancia no tanto por el volumen involucrado ni porque signifique un viraje dramático en los intereses rusos. Representa aproximadamente 16% de las exportaciones de Gazprom y en su nivel de mayor suministro (38000 metros cúbicos de gas anuales) constituiría un 35% de las actuales exportaciones rusas a Europa (133,000 metros cúbicos) y alrededor del 60% de los suministros que hasta ahora pasan a través de Ucrania (65000 metros cúbicos). Por otro lado, es difícil pensar que el régimen de Putin esté dejando de lado su histórico propósito de establecer una relación estrecha con Europa a base de un intercambio de energía rusa y tecnologías europeas.
El acuerdo revela su mayor importancia cuando se le ubica en la perspectiva del progreso de la cooperación ruso-china y en la actual actitud desafiante de las políticas de Rusia y China en sus áreas privilegiadas de acción, Europa y el Asia oriental, respectivamente.
En primer lugar, el récord reciente de cooperación ruso-china es impresionante.
Las dos potencias firman un medular acuerdo de cooperación militar en 1993, que renuevan en 1998 y 2003. Este instrumento viene acompañado de sendos acuerdos de no agresión y de no iniciación de un ataque nuclear, en 1994. Este mismo año inician la cooperación en el Asia Central, con el propósito de frenar los avances norteamericanos, creando una zona de estabilidad, la cual lleva luego al acuerdo de los Cinco de Shanghai con los Estados de la región y finalmente al establecimiento de la Organización de Cooperación de Shanghai (que algunos observadores ven como un proyecto de contrapeso a la OTAN).
En 1994 Rusia y China suscriben un acuerdo de asociación constructiva, que en 1996 se convierte en el primer acuerdo de asociación estratégica amplia suscrito por China. La coronación de los arreglos de cooperación se da en 2001 con la suscripción de un Tratado de Buena Vecindad y Cooperación Amistosa, el cual incluye algunas cláusulas características de un acuerdo de alianza militar.
A partir de 1991, más del 90% de las armas convencionales importadas por China ha provenido de Rusia. Sin embargo, desde 2005 ha declinado un tanto la demanda china,debido a factores como la sustitución de importaciones china y al descontento de Beijing por la venta de armas rusas a India de tecnologías más avanzadas.
Las controversias pendientes en la delimitación de la extensa frontera ruso-china fueron resueltas entre 2005 y 2008 y derivaron en dos acuerdos, en los cuales Rusia devolvió 174 kilómetros cuadrados que había tomado por la fuerza en 1929.
Curiosamente, en este período pareció que los dos pilares materiales de la relación bilateral, comercio de armas y energía, estaban declinando. Sin embargo, en 2009 se concluye la construcción de un oleoducto transfronterizo de mil kilómetros y se suscribe un acuerdo de crédito chino por el equivalente a 25 mil millones de dólares a ser pagado con 300 millones de toneladas de petróleo ruso. Este mismo año, el presidente Medvedev declaró que las relaciones bilaterales habían llegado a “su punto más alto en la historia”.
En efecto, podemos apreciar que en el plano comercial los intercambios entre los dos grandes vecinos se habían mantenido en el orden de los cinco mil millones de dólares anuales durante los años 1990 y que en el nuevo siglo escalaron hasta los 83,500 millones de dólares en 2011, con lo cual China superó a Alemania como el mayor socio comercial de Rusia. En 2012, en la visita de Putin a Beijing, las partes expresaron el compromiso de llevar el comercio bilateral a 100 mil millones de dólares en 2015 y a duplicar este valor al 2020.
En el plano diplomático, Rusia y China son aliados de primer orden y coordinan posiciones en una serie de temas globales, oponiéndose a las iniciativas norteamericanas, invocando un común propósito de avanzar hacia un orden multipolar.
En el Consejo de Seguridad de la ONU, vetaron las propuestas norteamericanas sobre Siria en 2012 y anteriormente vetaron o quitaron fuerza a iniciativas norteamericanas sobre Irak, Corea del Norte y Sudán.
Rusia y China se oponen a la expansión de la OTAN. El caso más visible es el de Rusia, la cual percibe a la OTAN como una alianza adversaria que pretende absorber a sus antiguos satélites europeos. Pero también en China muchos consideran a la OTAN como parte de una estrategia más amplia de EEUU de contener a sus rivales a través de alianzas, por ejemplo asociándose con Corea del Sur y Japón y tratando de ganar a India.
Beijing y Moscú rechazan las críticas a sus acciones en materia de derechos humanos, considerándolas injerencias en sus asuntos internos. También defienden el derecho soberano de los Estados a determinar el estatus y trato concedido a grupos étnicos y minorías dentro de sus territorios. China no critica las acciones rusas en Chechenia y Rusia no se pronuncia sobre las acciones chinas frente a las minorías tibetana y uigur.
No puede concluirse, sin embargo, que las relaciones ruso-chinas sean óptimas ni que vayan a estar libres de percances en el futuro. En particular, sus diferencias en peso demográfico y económico resultan problemáticas. Del lado ruso, hay temores en cuanto a las presiones chinas en la vasta zona limítrofe del Extremo Oriente, donde existe un amplio desequilibrio demográfico favorable a China. En el caso chino, la interdependencia económica con EEUU es mucho mayor que con Rusia y esto indudablemente marca límites para la cooperación con ésta.
Pero en el momento presente sucede que tanto Rusia como China necesitan fortalecer y privilegiar su entendimiento como un importante respaldo para las nuevas políticas que han emprendido en sus zonas naturales de influencia, reclamándolas frente a la presencia norteamericana o de la OTAN.
Rusia volvió en 2008 a comportarse como una gran potencia y a reafirmar su injerencia en el Cáucaso. Mantuvo luego una posición firme defendiendo su influencia y apoyando al régimen de Assad en Siria y cosechó un triunfo diplomático con el inicio de negociaciones de paz. Actualmente disputa con fuerza el control de otro de sus baluartes de la Guerra Fría, Ucrania, que estuvo a punto de ser ganado por la Unión Europea y la OTAN.
China, por su parte, busca consolidar en el Extremo Oriente una plataforma firme que le permita sostener su proyección de gran potencia de alcance mundial. Para ello ha entrado a una nueva fase de afirmar su posición dominante en la región sin importarle la irritación que pueda causar en sus vecinos ni en EEUU, la gran potencia intrusiva o invitada en la región.
A decir del presidente Xi Jinping, China busca un “nuevo modelo de relaciones entre grandes potencias”, en este caso, interpretamos, a través de los efectos de relativamente pequeños incidentes o provocaciones protagonizados con Japón, Vietnam, Filipinas, a sabiendas de que Estados Unidos no está interesado en el estallido de un gran conflicto en la región. Beijing intentaría socavar el statu quo regional, quebrando la preferencia de sus vecinos de hacer pasar los diferendos por la intermediación norteamericana.