Hace unos pocos años se hablaba mucho de la llamada “Primavera Árabe”, una suerte de proceso revolucionario iniciado en Túnez y que rápidamente se extendió por el norte de África y el oriente medio. Multitudinarias protestas surgieron frente a regímenes civiles y militares acusados de ser los causantes de crisis financieras, de llevar a cabo políticas totalitarias, de haber privado a la población civil de libertades básicas, entre otros.
Uno de los países contagiados por este despertar de ideas democráticas, o aparentemente democráticas, y por el deseo de reformas políticas, sociales y económicas, fue la República Árabe de Siria. Durante más de 45 años, se ha considerado que en Siria existe una llamada “dinastía republicana”, que tiene hoy como líder a Bashar Al-Asaad. Entre 1963 y 2011 la “Ley de Emergencia” vigente en dicho país prohibía todo tipo de concentración popular, restringía las libertades individuales, consideraba ilegales todo tipo de protestas no autorizadas por el gobierno, entre otros. Si con un brazo se trabajaba por la modernización del país, con el otro se reprimía a los opositores políticos y se limitaban las libertades básicas de la población.
En este marco, las protestas contra el régimen sirio se desataron el 15 de marzo de 2011 y rápidamente se extendieron por todo el país. Motivaron este alzamiento en contra del gobierno un conjunto de factores, entre otros: 1) políticos: la existencia de un único partido y la prohibición de otras asociaciones políticas por todo tipo de razones, ya sea la orientación política, o por discriminación racial, étnica o religiosa, entre otros; el elevadísimo nivel de corrupción del que se acusaba al gobierno; el amplio descontento político; etc.; 2) sociales: elevados niveles de pobreza, significativo número de jóvenes desempleados y un elevado nivel de alfabetización que permitía a la población tomar consciencia del mal manejo gubernamental; y, 3) económicos: inflación de los precios, incluidos los de los servicios básicos; alza del precio del petróleo, que era importado por Siria; un serio problema agrícola producido por una fuerte sequía; una política monetaria bastante cuestionable, etc.
Inicialmente, Bashar Al-Asaad intentó una salida consensuada con las principales fuerzas políticas y religiosas, sobre todo para luchar contra los grupos terroristas que se habían instalado entre los que protestaban contra el régimen. Sin embargo, al notar que esto podría afectar su permanencia en el poder, cambió de estrategia y decidió iniciar una lucha frontal y violenta contra sus opositores. Enfrentamiento que ha llevado a Amnistía Internacional a acusarlo de cometer crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad.
Luego de más de 4 años, los enfrentamientos continúan y hay estimaciones que consideran que existen aproximadamente 1000 grupos opositores, tan distintos entre sí, que muchas veces luchan entre ellos, pese a que comparten el mismo interés: derrocar al gobierno. Las principales fuerzas enfrentadas son: 1) las fuerzas armadas sirias, apoyadas por Irán, Hezbolá y por una Rusia interesada en mantener su presencia en la zona, sobre todo su base militar en Tartus (puerto controlado por Rusia que se constituye en el único con salida al Mediterráneo); 2) el Ejército Libre Sirio, grupo que se separó de las fuerzas armadas regulares y que está apoyado, entre otros, principalmente por Estados Unidos, Canadá, Francia, el Reino Unido y Turquía; 3) el Frente Islámico Sirio que reúne a varios grupos considerados por muchos como terroristas, pero que sin embargo están apoyados por potencias occidentales que consideran que “el enemigo de tu enemigo es tu amigo”, entre ellas, Estados Unidos, Canadá, Francia y el Reino Unido; 4) el Frente Al-Nusra, ligado a Al-Qaeda; 5) el, así llamado, Estado Islámico que controla parte del territorio sirio y emplea a los miembros de la etnia suní, opositores a Bashar Al-Asaad; y, 5) Kurdos de Siria, ligados al Partido de la Unión Democrática, formado por kurdos de Siria y apoyados por Estados Unidos y kurdos ubicados en Turquía e Irak.
En medio de este inmenso mar de grupos enfrentados está, para variar, la población civil, que no encuentra otra salida más que huir. Se calcula, a setiembre de 2015, en opinión del ACNUR y del CICR, alrededor de 8 millones de desplazados y 4 millones de refugiados. De estos últimos, según fuentes de opinión pública, la mayoría huye a Turquía, aproximadamente 1.9 millones; al Líbano, alrededor de 1.1 millones; a Jordania, unos 630,000; a Iraq, casi 249,000; y a Egipto, cerca de 132,000.
Evidentemente, los países antes mencionados no suelen ser el destino final de los refugiados, pues llegados a dichos Estados, estas personas buscan por cualquier medio, y a través de una red de tráfico de personas que gana mucho dinero, llegar a países de Europa. Según fuentes de opinión pública, a setiembre de 2015, Alemania es el principal destino con 98,000 solicitudes de asilo aceptadas y una proyección de recibir unas 800,000 más; le siguen: Suecia, Francia, el Reino Unido (que ha señalado que prefiere apoyar a los campamentos de refugiados en los países vecinos a Siria), Dinamarca (que empezado a restringir el flujo de “migrantes”), Hungría (que ha puesto alambradas y púas en la frontera con Serbia, además de crear campamentos precarios para recluir a los “migrantes”), España, Holanda, Austria y Bulgaria. Por cierto, Estados Unidos y Canadá habrían recibido a 1500 y 10,000 refugiados.
Como se aprecia, estamos ante una terrible crisis humanitaria y no queda otra alternativa que hacerle frente. Para ello, lo primero que hay que hacer es tomar conciencia de que no estamos ante cualquier tipo de “migrantes”, sino ante “refugiados”; es decir, personas que cruzan las fronteras de sus países por ser perseguidos o por temor fundado de ser perseguidos por motivos de raza, religión, nacionalidad, opinión política, entre otros. Estamos ante personas que de acuerdo con la Convención de Ginebra de 1951 relativa al Estatuto de los Refugiados (obligatoria, a la fecha, para 145 Estados) y su Protocolo modificatorio de 1967 (que obliga, a la fecha, a 146 países en el mundo), tienen un conjunto de derechos como el de ser tratadas de la misma manera que a los nacionales del Estado que los recibe, que tienen el derecho al asilo, a recibir ayuda básica (por ejemplo para aprender el idioma o encontrar un hogar), que gozan de derechos civiles elementales como la libertad de pensamiento o la libertad de circulación, y que gozan de un derecho muy importante: el “derecho de no devolución”, que impide que el Estado que los acoge los expulse o devuelva a su país de origen u otro en el que corran peligro.
Como ha señalado Martin Wolf, editor asociado del Financial Times: “Los países tienen obligaciones legales y morales para con los refugiados (…) Puede ser útil argumentar que los refugiados pudieran proporcionar beneficios económicos al país receptor (…) Pero esa no es la razón por la que debieran ser aceptad[o]s (…) Una carga moral específica recae sobre los países cuya irresponsabilidad ayudó a desestabilizar a gran parte del Medio Oriente, principalmente EE.UU. y el Reino Unido (…) Estos países deben por lo menos ayudar a los que viven con los resultados de sus acciones”1. Él propone a los países de Europa y a Estados Unidos “abordar dos tareas muy difíciles. La primera es la de implementar cierta estabilidad en los países desestabilizados. Para los europeos, los más importantes son Siria, Irak y Libia. Y [la segunda], (…) detener el contrabando de personas”2.
La Unión Europea ha intentado reaccionar frente a esta situación, pero su respuesta parece no haber sido tan efectiva como se hubiere esperado. Es cierto que han recibido grandes flujos de migrantes (sobre todo luego de terribles muertes televisadas que han sensibilizado al mundo y puesto en aprietos a los políticos opositores a la acogida de refugiados, quizá también perseguidos por los fantasmas de la II Guerra Mundial), pero no todos los líderes de la Unión están de acuerdo con las políticas que se deben implementar. Por el momento, la propuesta del Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, apoyada por la Canciller alemana Ángela Merkel, para establecer un reparto de los refugiados entre los países miembros de la Unión, parece estar teniendo cierto nivel de aceptación; aunque el reparto de personas entre países de la zona Schengen, que no controlan fronteras entre ellos, pareciera algo contradictorio, pues los refugiados, una vez acogidos, podrían circular libremente por cualquiera de esos países.
Sin embargo, otras medidas destinadas a apoyar a los países vecinos de Siria (como por ejemplo a Turquía, entre otros), que son los primeros en recibir a los refugiados, para controlar y reprimir a las mafias que se dedican al tráfico de personas y para que garanticen a los refugiados condiciones mínimas de vida que les permitan su permanencia en tales Estados, evitando su movilización a los países de la Unión Europea, parecen no estar funcionando. Algunos se quejan de que la ayuda, sobre todo económica, prometida por la Unión Europea no llega y, por cierto, no podemos olvidar los elevados niveles de corrupción que pueden existir en muchos de los países en los que las mafias que trafican con personas operan.
Wolf opina que la Unión Europea: “Tiene que encontrar una manera de hacerle frente a estas situaciones, excepto convertirse en una fortaleza que permite que los desesperados permanezcan fuera de ella”3. Desde luego, los países latinoamericanos no han estado alejados de esta crisis humanitaria; por ejemplo, Venezuela habría señalado que recibiría a 20,000 refugiados. Sin embargo, en términos más realistas, según fuentes de opinión pública, Brasil habría ya recibido a unos 2077 refugiados, Argentina a 233, Uruguay a 44, Chile ha señalado que recibiría a aproximadamente 150. En lo que toca al Perú, que es parte de la Convención de Ginebra de 1951 relativa al Estatuto de los Refugiados y de su Protocolo de 1967, ha reconocido la condición de refugiados a 25 ciudadanos sirios y ha señalado, mediante una nota de prensa de la Cancillería (N° 114 – 11/09/2015), que coordinaría con el ACNUR para “evaluar las condiciones requeridas para recibir familias de refugiados sirios a través del procedimiento de reasentamiento”4.
1 WOLF, Martin. “La crisis de los refugiados que Europa no puede eludir”. Financial Times, 28 de setiembre del 2015, p. 25.
2 Ídem.
3 Ídem.
4 Tomado de: «http://www.rree.gob.pe/Noticias/Paginas/NP-114-15.aspx», visitada el 15 de octubre de 2015.