Hasta la confirmación del resultado del referéndum en el Reino Unido del pasado 23 de junio la gestión de refugiados parecía ser el principal problema europeo. Sin embargo, un mecanismo relativamente marginal a una identidad europea tan profundamente arraigada en la democracia representativa1 sirvió para demostrar cuan fácilmente la demagogia puede impregnar referendos y plebiscitos, en este caso proyectando sus amenazantes consecuencias al Reino Unido, a la Unión Europea y al resto del Mundo.
Permitiendo que emociones colectivas derroten fácilmente a la lógica de la economía, al consejo de la buena política, e inclusive al sentido común ciudadano, el referendo convocado por el ahora renunciante Primer Ministro Cameron, erosiona a la Unión Europea, una de las pocas episodios de éxito de la historia moderna, como lo reconoce Kazuo Ishiguro, uno de los escritores mas destacados de la lengua inglesa contemporánea al recordar que la “…tan envidiada transformación del matadero de guerras totales y regímenes totalitarios que era Europa en una región de democracias liberales que viven en una amistad sin fronteras se ve hoy profundamente amenazada por la miopía británica”2.
Las consecuencias potenciales del Brexit son diversas y nada esperanzadoras y su análisis extensivo excedería el espacio disponible. Intentaré acercarme a una motivación que pareciera estar hasta ahora alejada de la opinión pública como consecuencia de una campaña que ha querido poner todo el énfasis en el enojo ciudadano con normas europeas de libre circulación de personas.
Lo que más llama la atención en la disección de las emociones y acciones británicas es que los políticos que alentaron el Brexit nunca tuvieron presente como gestionar el éxito de su cometido, tal como lo evidencia la posterior renuncia de Boris Johnson, ex-Alcalde de la “City” de Londres3 a su esperada candidatura al liderazgo Conservador, o de Nigel Farragel, líder del Partido Independentista del Reino Unido (UKIP) y parlamentario europeo. Ambos, junto con otros, demagógicamente arguyeron contra el impacto de los trabajadores migrantes centroeuropeos que la UE obligaba al Reino Unido a recibir, omitiendo aludir al alto número de sus connacionales que reside en el sur de Europa amparados por esas mismas normas de movilidad. Con ello, ocultaron que mientras en el primer caso se trata de trabajadores que pagan impuestos y cotizan a la seguridad social británica, en el segundo se trata mayormente de pensionistas que por edad presionan sobre los servicios de salud y mecanismos de protección social de Grecia, Italia, España y Portugal, entre otros.
No tenían un plan de gestión para el Brexit porque con la decisión de abandonar la UE obtenían su objetivo final: liberar a la City de Londres de los marcos regulatorios de Bruselas, en especial los que resultan de la crisis financiera del 2008 que hizo prioridad política para Bruselas la supervisión bancaria y de manera general la regulación financiera. Ello incluye la creación de una unión bancaria europea —en la que previsiblemente los Estados que no son parte de la Eurozona, con excepción del Reino Unido, buscarán participar para no quedar al margen en la toma de decisiones— así como de las normas conocidas como MiFIT II4, para regular mercados de capital que debieran incorporarse a la legislación nacional respectiva el pasado 3 de julio y entrar en aplicación en el 2018.
De hecho, las cuatro demandas presentadas en octubre de 2015 por el Primer Ministro Cameron a sus socios de la UE para prevenir el referéndum de junio pasado, no mencionaban de manera explícita el tema migratorio esgrimido por los promotores del Brexit. Por el contrario, estas demandas se centraban en5:
a) Dejar al Reino Unido fuera de cualquier avance hacia un Estado supranacional europeo, exceptuando del principio fundacional de “una cada vez mayor Unión”;
b) Una “declaración explícita” que reafirme que la UE es una unión con múltiples monedas nacionales y por lo tanto que el Euro no es la moneda oficial de la UE;
c) Establecimiento de un sistema de “tarjeta roja” que conceda a los parlamentos nacionales el poder de detener directivas no deseadas aprobadas por Bruselas o derogar legislación existente a la fecha; y,
d) Una nueva estructura en la Unión que prevenga que aquellos países miembros de la UE que no están en la Eurozona no sean dominados por las normas que decida el Eurogrupo, con protecciones particulares al respecto para la “City” de Londres.
Las expectativas de Cameron no fueron avaladas por sus socios europeos que, sin desconocer los problemas políticos que confrontaba el gobierno de la isla, no parecían dispuestos a permitir lo que hubiese significado un retroceso decisivo en el proceso integrador6. Sin embargo, la naturaleza de esos cuatro puntos no dejan lugar a dudas que el verdadero objetivo británico ha tenido en todo momento que ver con la “City” y no con los migrantes que fue el argumento empleado para movilizar votantes a favor del Brexit.
El proyecto de unión bancaria europea ser orienta a estimular en el continente europeo el crecimiento de mecanismos de financiamiento no bancario, reduciendo así la vulnerabilidad que produce la alta dependencia que hoy existe respecto de los bancos, como quedó expuesto en el 2008. Los colapsos bancarios en un contexto globalizado pueden tener consecuencias para la economía global por lo que resulta indispensable asegurar un régimen de supervisión estricto a la vez que uniforme para todos los operadores que evite perforaciones de la supervisión.
Es que esa crisis sucedió a un período de muy importante crecimiento del sector bancario en Europa. En aproximadamente diez años países como Alemania o el propio Reino Unido vieron duplicarse la relación en el tamaño de sus respectivos sectores bancarios respecto de los mercados de bonos o de acciones; mientras que en los Estados Unidos esa misma relación permanecía casi inalterada. Esta diferencia fue aun mayor en los países de la Eurozona, en la que hasta dos terceras partes del financiamiento obtenido por empresas no financieras procedía de créditos bancarios, a diferencia de los Estados Unidos donde esa relación no llega al 20%. En el Reino Unido, por su parte, los mercados de valores y de bonos tienen una importancia bastante mayor en el financiamiento de la inversión empresarial a lo que sucede en el resto de Europa.
Como se sabe, el resultado ha tenido y tiene aun consecuencias de mayor y más largo plazo en la Europa continental pues los bancos se vieron forzados a restringir el crédito para preservar y reconstituir la proporción de su capital respecto de sus carteras crediticias, afectando con ello el crecimiento y prolongando hasta ahora el período de recuperación.
En el Reino Unido, sin embargo, el crecimiento acumulado entre el 2008 y el 2015 fue superior —cerca del 6% vs. 2% en el caso de la Eurozona— aunque aún débil como para salir de una recesión tan marcada como la que produjo la crisis, sin embargo, es evaluada como un crecimiento intermedio entre el logrado en ese período por los Estados Unidos y el del resto de la UE.
Al menos en parte ello pudiera contribuir a explicar porqué en Londres —ciudad que votó mayoritariamente por permanecer en la UE— aun los pro-Europa prefieren abordar los desafíos del sector bancario desde la dimensión nacional que asumen no será en todo caso muy diferente a la europea, pero respecto de la que mantendrían en el ámbito nacional la última palabra. Sin embargo, al no pertenecer a la unión bancaria no habrían participado de los procesos de toma de decisión del Banco Central Europeo.
Entendidas así las motivaciones, el referendo se vio además favorecido por el hecho que el Reino Unido es principalmente una isla, su lengua es cada vez más cercana a ser universal y posee armamento nuclear, lo que sin duda constituye un importante aporte a la autoconfianza colectiva, aunque sin consultar los verdaderos costos que esta decisión les puede llegar a infligir.
En cuanto a la UE lo ocurrido puede ser una oportunidad si decidieran no agotarse en el control de daños, dejar de lado la auto-complacencia que la acompaña en un contexto de bajo crecimiento, alta imposición tributaria y exagerada regulación; y hacer de esta crisis una oportunidad para avanzar en una integración que en muchos aspectos era frenada por el Reino Unido. Políticas comunes en campos como la defensa, el fiscal y el energético, complementados por una democratización de la elección a cargos críticos en Bruselas, haciéndolos resultado de la voluntad ciudadana y no de arreglos políticos en el Consejo, sumados a un sinceramiento en políticas de protección social, la liberalización de servicios, entre otros, deberán permitir a la UE fortalecerse, recuperar liderazgo y con ello volver a asegurar que los valores de occidente sobrevivan a los embates de la globalización.
1 Con tal vez la excepción de Suiza, donde los referendos tienen una fuerte tradición.
2 Financial Times 1 Julio 2016. Life & Arts. Kazuo Ishiguro on his fears for Britain after Brexit. Véase en: <https://next.ft.com/content/7877a0a6-3e11-11e6-9f2c-36b487ebd80a.> Consultado el 1 de julio de 2016.
3 Nombre con el que se alude a la milla cuadrada dentro de la ciudad de Londres en la que funcionan las corporaciones financieras que han hecho del Reino Unido un centro mundial de primer orden y que constituyen hoy el motor de la economía británica.
4 MiFID son las siglas en inglés de la Directiva para Mercados de Instrumentos Financieros. Adoptada originalmente como Directiva 2004/39/EC se modificó como consecuencia de la crisis financiera luego de ser aprobada por el Consejo de la UE en Mayo de 2014
5 Véase:http://www.telegraph.co.uk/news/politics/david-cameron/11924603/David-Camerons-four-key-demands-to-remain-in-the-EU-revealed.html. Consultada el 1 de julio de 2016.
6 Si bien circularon versiones que no resulta inverosímiles acerca de la preparación en Frankfurt de un plan para no perjudicar a la City, un entendido esencial y preocupación europea consistía en no dejar espacios tan abiertos como para el funcionamiento no supervisado de mercados financieros, en especial luego de la experiencia del 2008.