Percibimos que un período de inestabilidad, cambio estructural e intensa competencia entre Estados Unidos y China se está desarrollando en la economía internacional y particularmente en la región Asia-Pacífico, después de la finalización del boom de crecimiento, inversión y comercio liderado por China (2003-2012).
La relativa estabilidad del período precedente produjo en América Latina una imagen de las relaciones económicas con China como poco controversiales y caracterizadas por claras oportunidades de mercado, las cuales podían ser aprovechadas largamente a base de conocimientos comerciales y diplomacia convencional. Había por supuesto preocupaciones de que podría estarse formando un nuevo sistema centro-periferia y de que algunas economías latinoamericanas podrían llegar a tener demasiada cercanía con China, pero estas preocupaciones nunca se tradujeron en tensiones o crisis.
En la presente etapa, anticipamos que las relaciones de comercio e inversión de los países latinoamericanos con China se volverán mucho más complejas y politizadas y tenderán crecientemente a vincularse con esferas más altas de la política (con fuertes reverberaciones a nivel interamericano) tales como la cooperación militar y la posición internacional de los países en materia de derechos humanos.
En la base de este período de inestabilidad percibimos que las condiciones de la economía china han experimentado importantes cambios y que, al mismo tiempo, las reglas económicas de juego, tanto a nivel global como regional, han quedado sujetas a renegociación entre los dos actores de mayor envergadura, Washington y Beijing, generando un nuevo clima de competencia geoeconómica y geopolítica. Lejos de disminuir esta competencia, la dosis de proteccionismo que aplicaría la administración Trump, siguiendo sus promesas electorales, podría generar mayores fricciones.
China está en proceso de transformar su economía, de una extraordinaria gravitación en la exportación y la inversión a conferir un rol central al consumo interno. Igualmente, el peso de las industrias intensivas en recursos naturales está siendo reemplazado por un énfasis en los servicios. Pese a esto, China es actualmente responsable de 40% del crecimiento del producto mundial frente a 10% correspondiente a EEUU (según M. Sanwal, del Institute of Defence and Security Analyses de la India, 2016).
Las oportunidades de comercio e inversión relacionadas con China seguirán siendo importantes, pero no tan evidentes como en el pasado. Tendrán que ser crecientemente evaluadas, no solo sobre la base de conocimientos sobre la forma como funciona una maquinaria colosal de capitalismo de Estado, sino también aprovechadas de acuerdo con orientaciones y planes económicos bien definidos.
Al mismo tiempo, tanto China como EEUU —de manera directa o indirecta— intentarán inducir a los países latinoamericanos a que sigan políticas y realicen acciones que beneficien los intereses de una superpotencia en desmedro de la otra. Por ejemplo, un tema sensible será el grado de involucramiento que los gobiernos latinoamericanos permitan a las empresas estatales chinas en sus economías. Otro hecho prominente será la influencia de ONG’s sobre la opinión pública criticando las prácticas laborales y ambientales de las compañías chinas.
Debemos recordar que desde comienzos del siglo XX, con el desplazamiento de Inglaterra, EE.UU. ha tenido un éxito extraordinario en evitar que cualquier potencia extra-regional pueda establecer una presencia importante en América Latina (la Unión Soviética en Cuba fue una excepción menor aunque significativa). Sin embargo, en las siguientes décadas veremos una prueba crucial para la posición norteamericana en la región, con la evolución de una ofensiva china. Aunque la administración Trump en los próximos años se inclinara por disminuir un tanto la proyección global norteamericana y su participación en la integración Asia-Pacífico, creemos difícil que ello cambie los objetivos internacionales de largo plazo de EE.UU. ni conlleve una declinación en la defensa de sus tradicionales intereses geopolíticos en América Latina.
Argumentamos que en el nuevo período de relaciones económicas con China, los estadistas, diplomáticos, planificadores y especialistas en Relaciones Internacionales de América Latina adquirirán un interés más profundo por este terreno práctico, que en el pasado se dejó a los economistas o fue abordado desde un punto de vista predominantemente utilitario o empresarial.
Creemos que el enfoque más apropiado para abordar las relaciones económicas de China con América Latina en el nuevo escenario será el de la Economía Política Internacional, una rama de las Relaciones Internacionales que examina las interacciones entre el poder político y el poder económico, así como entre actores públicos y privados, en busca de satisfacer intereses nacionales y corporativos.
Entre las muchas definiciones del poder nacional una de las más importantes corresponde a la capacidad de ciertos actores de armar las agendas grupales y de estructurar las reglas en varios campos de las relaciones económicas internacionales. En esta perspectiva podemos apreciar el nuevo papel de China en la región Asia-Pacífico, donde su ascendente posición en comercio e inversión la está empoderando para proponer nuevos paradigmas, reglas y prácticas, las que son vigorosamente contestadas por la potencia hegemónica mundial.
En este sentido, EE.UU. intenta formular o fortalecer una serie de reglas internacionales que limiten el desarrollo y las acciones de las empresas estatales, suban el nivel de las normas laborales, faciliten el libre flujo de información, protejan el ambiente y defiendan los derechos de propiedad intelectual. Es motivo de especial preocupación para Washington el desbalance creado por la práctica de las empresas estatales chinas de adquirir a sus competidoras en los sectores de alta tecnología. Los mega acuerdos del TPP y el TTIP con Europa, ambos actualmente en dificultades, son reflejo de estas preocupaciones y tendencias norteamericanas.
China, por su parte, sostiene que estos acuerdos han sido negociados con el fin de conseguir que los países emergentes acepten un régimen comercial altamente liberalizado o se vean excluidos completamente de este. Beijing está impulsando su propia propuesta de régimen, el Área de Libre Comercio del Asia-Pacífico (FTAAP), que podría conducir a la configuración de distintos bloques económicos.
En 2008 y 2009, durante la crisis financiera, China aumentó notablemente su interés por los países en desarrollo y por América Latina. Pero su ofensiva hacia la región, yendo más allá de la cooperación económica y comercial, se inició, significativamente, con las visitas de Xi Jingpin en 2013 y 2014, después del lanzamiento por Washington del “Pivote hacia el Asia” (2011).
El Pivote hacia Asia, una masiva reorientación de la política norteamericana hacia esa región, constituyó una reacción a la extraordinaria capacidad de China para reconectarse con el Asia en los últimos 25 años, que la convirtió en el motor del desarrollo y en un actor clave en el proceso de integración de la región, amenazando el status y los intereses regionales de Washington.
Algunos autores chinos, tales como Yu (2015), consideran que el nuevo énfasis chino en América Latina es una respuesta a lo que Beijing percibe como una provocadora estrategia norteamericana de contención en el Asia; con esta respuesta, China busca generar influencias y ganar aliados en un área que algunos ven como el “patio trasero” de Washington.
La situación actual, además de las visitas del más alto nivel, es que Beijing ya ha suscrito acuerdos de libre comercio y asociación estratégica con un gran número de países latinoamericanos. Hace dos años se creó el foro China-CELAC, para favorecer interacciones más coordinadas con la región. La inversión china crece en la región y sobresale en países como el Perú, aunque sin alcanzar todavía niveles muy destacados. En cambio, desde 2013 los bancos estatales chinos se han convertido en la principal fuente de crédito de los gobiernos latinoamericanos, sobre todo para proyectos de infraestructura. Beijing ha aumentado también sus ventas de armas a la región y ha firmado acuerdos de cooperación militar con Venezuela, Bolivia y Argentina. Contra lo que podía pensarse, los nuevos gobiernos neoliberales de Brasil y Argentina han confirmado la continuación de la relación especial de sus países con China.
Referencias
SANWAL, M. China´s One-Road-One-Belt Initiative. IDSA Comment, September 29, 2016.
YU, L. “China´s Strategic Partnership with Latin America”. International Affairs, 91, 5, 2015.