Entre el 11 y 12 de marzo, otro evento marcó los vaivenes de la accidentada relación entre los países de la Unión Europea (UE) y su socio de la OTAN, Turquía. Esta vez, los hechos detonantes fueron dos: la decisión del gobierno central holandés de prohibir el aterrizaje del ministro de turismo Mevlut Çavusoglu y la dictada horas más tarde por el gobierno local de Róterdam de impedir el ingreso al consulado de Turquía de la ministra de Familia Fatma Betul Sayan Kaya, así como su conducción hacia la frontera con Alemania. Los funcionarios tenían por objetivo participar en actos de campaña dirigidos a conseguir el apoyo de la población turca a la reforma constitucional que será sometida a referéndum el próximo 16 de abril y que pretende formalizar la transición de un sistema parlamentarista a uno presidencialista, que de facto ya existe.
Ambos hechos propulsaron un veloz escalamiento en el deterioro de las relaciones bilaterales al punto de configurar una crisis diplomática que alcanzó su punto más álgido con la suspensión de relaciones al más alto nivel.
La posición holandesa
Según la versión oficial la prohibición de la visita de los mencionados ministros para participar en actos proselitistas se fundó en razones de seguridad y orden público. No obstante, existen otras razones que contribuyen a explicar la posición holandesa: una de ellas es la coyuntura política electoral y la otra, es la poca simpatía con la que algunos miembros de la UE ven al gobierno de Recep Tayyip Erdogan, cuyas medidas han ido adoptando formas cada vez más autoritarias desde el frustrado golpe de estado del pasado julio.
Para sostener la relevancia del factor coyuntural es necesario tener en cuenta que las elecciones en Holanda se llevaron a cabo el 15 de marzo y que el principal contrincante del actual gobierno es el Partido de la Libertad (PVV) encabezado por Geert Wilders. Un nuevo representante del populismo de derecha, cuya posición política ha recibido los calificativos de “euroescéptica”, “antiislámica” y “extremista”. En el núcleo de su discurso yace el rechazo al ingreso turco a la UE, la calificación del régimen de Erdogan como “dictatorial” y la preocupación por la “islamización” de Holanda debido al tamaño de la población de origen turco.
Al momento del estallido de la crisis, las encuestas le atribuían una estrecha victoria al oficialista partido liberal VVD con 25 escaños, mientras que el PVV de Wilders conseguiría 22. El ascenso de esta fuerza política representaba una amenaza a la victoria de Rutte, por lo que endurecer su discurso y decisión respecto a Turquía en aprovechamiento de las circunstancias era una opción que esperaba fuera fructífera y así fue: obtuvo 33 de los 150 asientos parlamentarios frente a los 20 conseguidos por su contendor.
En cuanto al segundo factor, Holanda no fue el único que prohibió la participación de los ministros en los mítines. Otros países que actuaron de forma semejante fueron Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca y Suiza. De manera que la proximidad de las elecciones por sí sola no explica el accionar holandés. A este habría que sumarle la cada vez más agotada simpatía con la que algunos socios europeos ven al gobierno de Erdogan. Sobre el particular, el Consejo de Europa ha manifestado que el gobierno turco ha puesto “en marcha una reforma constitucional que sustituye la democracia parlamentaria por un régimen presidencialista con tintes autocráticos”.1
Si el referéndum fuera desfavorable al presidente turco, la incertidumbre sobre su permanencia en el poder se incrementaría. Para Holanda y los países europeos menos proclives al actual régimen, la instalación de uno nuevo que facilite el tratamiento de las agendas prioritarias y más acorde a sus estándares democráticos se presenta como una posibilidad por demás auspiciosa.
La respuesta turca
Turquía dictó tres medidas: la prohibición del retorno inmediato del embajador holandés —que durante el episodio crítico se encontraba fuera—, la interdicción del aterrizaje de aviones diplomáticos y la suspensión de las reuniones bilaterales ya pactadas. Estas acciones han sido acompañadas de un discurso presidencial que ha contribuido al rápido deterioro experimentado con la atribución de calificativos que tipifican al gobierno holandés y alemán de “fascistas y nazis”.
Las motivaciones que sostienen la dura reacción adoptada por el gobierno turco parecen obvias. El proyecto político de Erdogan requiere una victoria en el venidero referéndum. Tras el fallido golpe de estado gobierna por decreto, en virtud del estado de emergencia que dictaminó y que hasta hoy persiste. Ganar votos a favor de la reforma, en Alemania y Holanda constituía un objetivo importante. Ambos países albergan una población de origen turco de 3 millones y 400 mil, respectivamente. En las últimas elecciones de 2015, el 69% de los turcos en Holanda y el 60% de Alemania votaron por el partido AKP de Erdogan.2
Pese al tono empleado por el presidente con expresiones amenazantes como: “Si sacrifican las relaciones turco-holandesas por las elecciones del miércoles, entonces pagarán el precio”,3 el viceprimer ministro turco Mehmet Simsek ha mostrado cautela al aclarar que el impase no afectará a la población holandesa, ni los negocios.4 Más allá de lo ventajoso de mostrar un liderazgo político fuerte, una posición pragmática que separe lo político de lo económico-comercial en “cuerdas separadas”, también provee réditos.
Otro asunto recurrente en la retórica presidencial y que ha sido instrumentalizado como mecanismo de negociación para fortalecer su posición frente a la UE es el acuerdo migratorio firmado el 20 de marzo de 2016. Así ha ocurrido en más de una ocasión: en agosto Erdogan sostuvo que quedaría sin efecto si la exención de visado no se aprobaba oportunamente y a fines de noviembre hizo declaraciones similares cuando el Parlamento Europeo congeló las negociaciones para el ingreso turco a la UE. Incluso en esa oportunidad advirtió que la Organización de Cooperación de Shanghái a la que pertenecen China, Rusia y próximamente India representaba una buena opción para su país.
Las implicancias
La UE es el tercer actor en esta controversia bilateral que ya se ha extendido a otros miembros como Alemania. Pero, este “efecto contagio” no ha alcanzado a Francia que autorizó el ingreso de los ministros para realizar campaña. Esta multiplicidad de decisiones potencian efectos colaterales como el debilitamiento de la imagen de la UE como bloque cohesionado, su posición negociadora y la reafirmación de los “recelos euroescépticos”, al demostrar una vez más la ausencia de posición común en temas relevantes.
De esta manera, el panorama que deja la reciente crisis evidencia el estado de las relaciones entre el bloque europeo y Turquía, en el que prevalece la incertidumbre. Desde 1963 cuando se firmó el Acuerdo de Asociación, el proceso de adhesión se ha prolongado demasiado tiempo y se ha suspendido muchas veces. Aunque cabe subrayar que desde 2001, Turquía ha sido beneficiaria de las ayudas “preadhesión”, cuya suspensión ha sido empleada por la UE como mecanismo de reacción y presión.
De otra parte, pese a las críticas sobre las restricciones a la acogida de refugiados, el balance del pacto migratorio le atribuye efectos positivos como la reducción de la migración por las islas griegas y el número de decesos en el mar Egeo.5 Dada su efectividad, la UE necesita sostenerlo a pesar del costo que trae consigo: tanto por los 3 mil millones de euros ofrecidos, como por la potencial afectación a su prestigio internacional, toda vez que la posición turca se ha fortalecido desde su suscripción.
En este contexto es posible prever que las tensiones continúen a nivel bilateral y regional, y que el pragmatismo impere en el tratamiento de aquellos problemas comunes a la unión y a su aliado de la OTAN; cada uno equilibrando al otro con los medios que disponga. La pertenencia de Turquía a la UE en el futuro próximo continúa inmersa en la incertidumbre; la reanudación de las relaciones con Holanda probablemente se produzca en el mediano plazo, aunque esto no pase por las disculpas exigidas por Rutte a Erdogan.
1 PÉREZ,Claudi. «Turquía amenaza a Holanda y acusa a Merkel de apoyar a los terroristas», El País, 2017, http://internacional.elpais.com/internacional/2017/03/13/actualidad/1489406345_509969.html.
2 PAZ LÓPEZ, María. «El codiciado voto de los “euroturcos”», La Vanguardia, 2017, https://www.pressreader.com/spain/la-vanguardia-1a-edición/20170314/281633895043410.
3 DARROCH,Gordon. «Netherlands “will pay the price” for blocking Turkish visit – Erdoğan», The Guardian, 2017, https://www.theguardian.com/world/2017/mar/12/netherlands-will-pay-the-price-for-blocking-turkish-visit-erdogan.
4 «Turkey-Netherlands row will not affect Dutch people, business world: Turkish deputy PM», Reuters, 2017.
5 COMISIÓN EUROPEA, «La Comisión pide nuevos esfuerzos en la aplicación de las medidas de solidaridad previstas en la Agenda Europea de Migración», Comunicad de prensa (Bruselas, s. f.), europa.eu/rapid/press-release_IP-17-348_es.pdf.